Todos los niños con
autismo tienen problemas con:
·
Interacción social: la forma en que se relacionan con otros
·
Comunicación verbal y no verbal
·
Comportamientos o intereses repetitivos
Los bebés con el
trastorno no se dejan mimar, evitan el contacto visual y no parecen querer o
necesitar contacto físico o afecto. Pueden volverse rígidos o flojos cuando se
los sostiene, llorar cuando se les levanta y mostrar poco interés en el
contacto humano. Estos niños no sonríen o levantan sus brazos antes de ser
levantados. No desarrollan apego por los padres y no muestran ninguna ansiedad
normal hacia los desconocidos. No aprenden los juegos típicos de la niñez, como
el cu-cu.
A medida que los niños
con autismo crecen, a menudo tienen respuestas inusuales a experiencias
sensoriales, como ciertos sonidos y la forma en que lucen los objetos. Estos
síntomas pueden variar de leves a graves, y serán diferentes de un niño/a a
otro. Por ejemplo, a un niño/a puede resultarle fácil aprender a leer pero
tiene problemas en situaciones sociales. Sin embargo, en el autismo, cada niño/a
exhibirá patrones de comunicación, sociales o conductuales que son individuales
pero que se ajustan al diagnóstico general de autismo.
Los niños con autismo
no siguen los patrones típicos de desarrollo infantil. En algunos niños, puede
haber indicios de futuros problemas desde el nacimiento. En la mayoría de los
casos, los problemas de comunicación o habilidades sociales se vuelven más
notorios a medida que el niño/a crece (entre los 12 y 36 meses) y comienza a
quedarse rezagado respecto a otros niños de la misma edad.
Algunos padres
informan que los cambios ocurren en un período corto. Ellos notan que,
repentinamente, sus niños comienzan a rechazar a la gente, actuar en forma
extraña y perder el lenguaje y las habilidades sociales que tenían. En otros
casos, hay una disminución en el nivel de progreso, de manera que la diferencia
entre el niño/a con autismo y otros niños de la misma edad se vuelve más y más
notoria a través del tiempo.
Mientras que una
persona con autismo puede tener síntomas que van de leves a graves, alrededor
del 10% de estos niños tiene una capacidad extraordinaria en un área, como las
matemáticas, la memoria, la música o el arte. Esos niños se conocen como
“autistas inteligentes.”
Aunque existen muchas
preocupaciones acerca de etiquetar a un niño/a pequeño como autista, cuanto más
temprano se haga el diagnóstico de autismo, más pront se pueden tomar medidas
para ayudarlo. La evidencia de los últimos 15 años ha demostrado que la
intervención temprana intensiva en un marco educativo óptimo por al menos dos
años durante los años preescolares tiene mejores resultados en la mayoría de
los niños pequeños con trastorno de espectro autista.
Para diagnosticar el
autismo, los profesionales médicos observan los comportamientos específicos del
niño/a. Algunos de estos comportamientos pueden ser obvios en los primeros
meses de la vida, o pueden aparecer en cualquier momento durante los primeros años.
Para que se
diagnostique autismo, un niño/a debe haber tenido problemas en al menos una de
estas áreas: comunicación, sociabilización o comportamiento restringido antes
de los tres años.
El diagnóstico tiene dos etapas. La primera etapa es la observación del
desarrollo durante exámenes físicos infantiles. La segunda etapa involucra una
evaluación exhaustiva por parte de un equipo multidisciplinario.
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