La
bipedestación y la sedestación cargan la columna. Para minimizar el sufrimiento
mecánico, la degeneración, hay que conseguir una postura adecuada, tanto de
pie, como sentados o tumbados. Debemos proteger nuestra arquitectura tetrápoda
de los rigores del bipedismo y el nalguismo.
Espalda
recta, caderas horizontales, hombros tirando hacia atrás, una buena tensión
muscular pélvica y abdominal…
Hay
que curvar lo que la dejadez tiende a rectificar y rectificar lo que invita a
curvarse.
Mantener
los cánones de la buena postura es trabajoso e insoportable, salvo para
aquellos que necesitan someter el cuerpo a los cánones de la estética como los
bailarines. Para el ciudadano medio resulta un objetivo complicado y doloroso.
El
paciente lumbar recibe consejos de buena postura con sus dibujos
correspondientes y trata de controlar una fuerza que constantemente le lleva a
violar lo aconsejado. ¿Conclusión? Mi columna ya no consigue adoptar la buena
postura. Está condenada irremisiblemente a la degeneración progresiva. Ya no
hay remedio. El árbol torcido hay que enderezarlo cuando es un retoño…
En
algún momento se comenzó a predicar la teoría de la salud de la columna sin
tomarse la molestia de comprobar si lo predicado era cierto. Somos de natural
cándido y muchas propuestas de los expertos, con engañosa apariencia de sentido
común cuelan como verdad aun cuando no lo sean.
Explicamos
a los pacientes la cuestión de las evidencias científicas, la necesidad de
someter a lo que se dice a la verificación rigurosa. Antaño las hipótesis se
sometían al veredicto del éxito. Aquello dicho que era admitido como cierto por
quien lo decía o porque tenía aspecto convincente adquiría la categoría de
verdad incontestable.
Ningún
mortal ha andado, se ha sentado o tumbado como mandan los cánones. Ni siquiera
los predicadores. Nuestras madres se han esforzado en que la rectitud guiara
cuerpo y alma. Algo tiene lo recto que lo hace recomendable pero difícil de
obtener. Lo curvo nos desvía del camino recto.
Todos
los pacientes del grupo estaban instruidos en el recto temor a lo torcido.
Todos habían fracasado en conseguir la buena conducta postural. Realmente lo
que impone la postura es el dolor, la búsqueda inútil del alivio en la silla
siempre imperfecta. Asier (fisioterapeuta) escenificó con su columna los mitos
de la rectitud, la simetría, las curvas, la musculación debida. A medida que
iba hablando y mimetizando lo dicho con su cuerpo los pacientes iban
despatarrándose inconscientemente en sus sillas. La paciente que el primer día
tuvo que recibir la clase de pie permaneció sentada (mal sentada, por supuesto)
en esta segunda jornada.
Hay
mucha impostura (falsedad con apariencia y tratamiento de verdad) en esto de
las posturas. Las evidencias científicas no parecen corroborar lo que se
proclama con solemnidad.
El
miedo a la mala postura genera la postura del miedo, una postura que incluye
dolor, agarrotamiento y estrés mecánico innecesario.
El
dolor surge del cerebro.
El
organismo repara aceptablemente las lesiones.
El
dolor no es un buen indicador del estado de los tejidos.
Olvídese
de la buena postura canónica, de sus rectas y sus curvas…
FUENTE: Fisioterapia FSS
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